El desarrollo del personalismo es apreciado, en tal contexto, como una opción promisoria para comprender de dónde venimos, quiénes somos, a dónde hemos de encaminarnos viviendo juntos con respeto mutuo y con respeto al medio físico.

Por Luis Eguiguren. 17 abril, 2023.

El objetivo de central de autores representativos del pensamiento moderno, como Descartes (1596-1650) y Bacon (1561-1626), es plantear un método para el progreso del saber humano. El saber que les ha llegado por tradición inmediata (Filosofía y Teología en especial), lo aprecian con fuerte dosis crítica. Buscan, en cambio, un saber que dé poder práctico; “conocer es poder”, expresa claramente Bacon. Poder sobre la naturaleza, en primer lugar, para librarse de enfermedades, del cansancio en las actividades fundamentales para sobrevivir, del dolor corporal, del mal físico, en definitiva. Poder para elegir libremente, sin estar limitado por la naturaleza.

El método para disponer de la naturaleza, sometiéndola, es el análisis, la reducción en partes. Divide y vencerás reza el adagio castellano. Vencerás a la naturaleza, como obstáculo para elegir libremente, sin recibir a cambio dolor, desgracias. El análisis en este contexto aspira a una comprehensión, a un dominio de la realidad por el sujeto humano.

Lo que el ser humano tiene frente a sí, como algo más allá de él, pretende dominarlo mediante la ciencia moderna para ir logrando cada vez mayor autoconciencia, mayor autodominio. Pero, la mentalidad de conocer ese poder se muestra incompatible con la posibilidad de llegar a la comprensión de la persona, porque su riqueza ontológica no se puede encerrar en los esquemas conceptuales limitados de las ciencias positivas.

Proceder según estos esquemas en el desarrollo de las relaciones humanas ha sido un error percibido, especialmente, en los sufrimientos de las grandes guerras de los siglos XIX y XX. Primero las grandes guerras napoleónicas, que pretenden defender y difundir los ideales del racionalismo ilustrado, motivan, en cierta medida, como reacción, la aparición y afirmación del Romanticismo y del Nacionalismo, junto con Irracionalismos y Nihilismos, desde el siglo XIX en adelante. Se trata de unas repuestas por demás insuficientes al racionalismo.

La persona concreta no encuentra sentido a su vida en las abstracciones de los impulsos irracionales o de los colectivos nacionales que, al fin y al cabo, arrastran a guerras posteriores más mortíferas y dañinas aún que las napoleónicas.

El avance de las ciencias naturales y la técnica, en el que se confiaba para progresar humanamente, se comprueba que no es tal, en la medida que causa la aparición del proletariado urbano, del individualismo capitalista, del colectivismo marxista o nacionalsocialista que oprimen a las personas individuales.

Las llamadas Ciencias Sociales y la Psicología nacidas, en buena medida, en el seno del positivismo, demuestran con el tiempo que son incapaces de satisfacer las aspiraciones de la persona particular, concreta. Por esto, nuevos movimientos filosóficos, como el Existencialismo y la Fenomenología, por ejemplo, llevan a reconocer la importancia de la Filosofía como posible saber salvador para la persona. Se verifica así un renacimiento de la Filosofía del siglo XX en adelante, pese a que ya, en el siglo XIX se había pronosticado su desaparición definitiva. Se le había considerado, simplemente, una etapa superada por la ciencia positiva, así lo propuso Auguste Comte (1798-1857) en su teoría de los tres estados de la humanidad.

Para comprender al ser humano como persona, demuestra ser insuficiente el paradigma de la Ciencia Positiva. Los tres saberes sapienciales: la Filosofía, la Teología, las Bellas Artes ofrecen muchas más perspectivas para comprender la riqueza del ser personal respetando su misterio, es decir su contenido inagotable, inabarcable, así lo sostiene, por ejemplo, el pensamiento del célebre Gabriel Marcel (1889-1973). Esta comprensión integral de la persona —en pos de la que va la filosofía del personalismo— se yergue como una esperanza para conseguir mejores formas de vida individual y en común, respetando la naturaleza.

Efectivamente, en la segunda mitad siglo XX y lo ya recorrido del siglo XXI se mantiene una constante en la opinión pública mundial: hay que respetar la naturaleza; es preciso entender cómo este objetivo involucra cuidar la índole personal del ser humano. El paradigma antropológico de conocer ese poder ha dañado el medioambiente: el clima, los vegetales y animales del planeta. El desarrollo del personalismo es apreciado, en tal contexto, como una opción promisoria para comprender de dónde venimos, quiénes somos, a dónde hemos de encaminarnos viviendo juntos con respeto mutuo y con respeto al medio físico.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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